Hay una herida causada sin razón. Hay una calumnia que crece como una llamarada, un odio desenfrenado cual perro salvaje, una envidia desenfrenada, tal como si fuese una pasión enajenada con el solo deseo de hacer el mal.
¿Que hacer con el bien que promete el cielo eterno? Pero en la vida, el mundo parece una condena insostenible, saetas envenenadas, golpes bajos; la vida se confunde viniendo a ser como un lodo maloliente, pegajoso que asfixia, ahoga y hasta lacera.
El bien esta llamando al perdón y el destino parece ser la cruz que el mal ensoberbecido grita por haber definido aquella victima que no se defiende, que se desangra como el primer Abel, muerto por un hermano asesino que no conocía arrepentimiento, que desprecia cada vez mas el bien. ¿Que hemos de hacer?¿Padecer un infierno sin limites? Y morir perdonando aquella mano de aquella bestia salvaje que hiere nuestro pecho, devora el corazón y pisotea el cuerpo ya muerto.
¿El bien, tiene que ser mártir? el siempre sacrificado, el llamado a derramar su sangre para el inocente. ¿El bien, que hará frente al mal? No presentar batalla y simplemente dejar de existir para que la tierra entera se llene de sangre derramada, el cielo se oscurezca y aun así hay que perdonar, hay que aceptar, permitir y resignarse a ser la victima oprimida?
Que nos dice Dios sino, perdonad, perdonad. El Dios justo, bueno y verdadero nos ha dado el perdón como el medio magnifico para reconciliarnos con la justicia y la paz. Y nos ha dado a Su Hijo en sacrificio, para de esa manera demostrar lo grande del perdón.
Yo te perdono por todo aquello que me has hecho: aflicciones, tristezas e innumerables sufrimientos, yo te perdono porque de corazón acepto el designio del perdón que viene de un Dios verdadero, quien sabrá hacer justicia; y mi perdón es el baluarte de mi fe y mi fe tiene control sobre mi, se enseñorea, se adueña y me manda porque bien sabe mi Señor, mi Dios, que mía no es la batalla ni tampoco la victoria sino la gloria que nace humilde pero se hace grandiosa en la vida eterna de un Amor sin condiciones.
Yo te perdono por Amor de Dios y sea solo El quien llame tu atención y sepa dirigir y corregir tus caminos, separándote del mal.
El dilema del mal se resuelve fácilmente, el bien no dejara de ser bien y Dios no dejara de ser Dios. Y el mal algún día, mas próximo que lejano, por obra de Dios y solo por El, dejara de ser malo y aquello que quede de el, habrá cambiado y será como el bien, amante del perdón, la justicia y la paz de Dios.
¿Que hacer con el bien que promete el cielo eterno? Pero en la vida, el mundo parece una condena insostenible, saetas envenenadas, golpes bajos; la vida se confunde viniendo a ser como un lodo maloliente, pegajoso que asfixia, ahoga y hasta lacera.
El bien esta llamando al perdón y el destino parece ser la cruz que el mal ensoberbecido grita por haber definido aquella victima que no se defiende, que se desangra como el primer Abel, muerto por un hermano asesino que no conocía arrepentimiento, que desprecia cada vez mas el bien. ¿Que hemos de hacer?¿Padecer un infierno sin limites? Y morir perdonando aquella mano de aquella bestia salvaje que hiere nuestro pecho, devora el corazón y pisotea el cuerpo ya muerto.
¿El bien, tiene que ser mártir? el siempre sacrificado, el llamado a derramar su sangre para el inocente. ¿El bien, que hará frente al mal? No presentar batalla y simplemente dejar de existir para que la tierra entera se llene de sangre derramada, el cielo se oscurezca y aun así hay que perdonar, hay que aceptar, permitir y resignarse a ser la victima oprimida?
Que nos dice Dios sino, perdonad, perdonad. El Dios justo, bueno y verdadero nos ha dado el perdón como el medio magnifico para reconciliarnos con la justicia y la paz. Y nos ha dado a Su Hijo en sacrificio, para de esa manera demostrar lo grande del perdón.
Yo te perdono por todo aquello que me has hecho: aflicciones, tristezas e innumerables sufrimientos, yo te perdono porque de corazón acepto el designio del perdón que viene de un Dios verdadero, quien sabrá hacer justicia; y mi perdón es el baluarte de mi fe y mi fe tiene control sobre mi, se enseñorea, se adueña y me manda porque bien sabe mi Señor, mi Dios, que mía no es la batalla ni tampoco la victoria sino la gloria que nace humilde pero se hace grandiosa en la vida eterna de un Amor sin condiciones.
Yo te perdono por Amor de Dios y sea solo El quien llame tu atención y sepa dirigir y corregir tus caminos, separándote del mal.
El dilema del mal se resuelve fácilmente, el bien no dejara de ser bien y Dios no dejara de ser Dios. Y el mal algún día, mas próximo que lejano, por obra de Dios y solo por El, dejara de ser malo y aquello que quede de el, habrá cambiado y será como el bien, amante del perdón, la justicia y la paz de Dios.
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Pintura y Escrito:
Oscar Basurto Carbonell
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Un lugar para orar
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